miércoles, 30 de septiembre de 2009

Tipos de narradores y niveles narrativos
El narrador siempre forma parte del universo de ficción, y aunque a veces el lector confunda esa voz narrativa con el autor del texto –sobre todo si el propio autor se incluye a sí mismo como personaje–, el narrador siempre se nutre de la ficción y la nutre. Es decir que lo primero que debe tenerse en cuenta es que, así como un autor inventa los ambientes, los personajes o los hechos, también inventa un narrador. Quién contará la historia (si será un personaje de la trama o no, por ejemplo) y de qué modo lo hará son parte de las decisiones estéticas del autor, pensadas en función de los efectos de lectura que se proponga generar.
Se puede armar una taxonomía del narrador de acuerdo con diversos criterios: según su posición con respecto a lo que narra, según qué persona habla, según la cantidad de información de que dispone.
De acuerdo con la posición que ocupa, podemos hablar de narrador homo o heterodiegético. Diégesis quiere decir “historia”, por lo que el narrador homodiegético forma parte de la historia que cuenta, ya sea como protagonista o como testigo de los hechos; mientras que el heterodiegético, en cambio, cuenta los acontecimientos desde fuera, no está presente como personaje.
De acuerdo con qué persona habla, en términos gramaticales y de rol narrativo, tenemos las siguientes opciones:

a) En primera persona: el narrador es un personaje, por lo que su conocimiento de la historia nace en sus vivencias. Forma parte de ese universo narrativo y es, por lo tanto, un narrador homodiegético:

1. Narrador protagonista: es el personaje central, cuenta su propia historia, aquello que le ocurre; aquello que siente. “Escribo esto bajo una fuerte tensión mental, ya que cuando llegue la noche habré dejado de existir”: Dagón, de H.P. Lovecraft, es un buen ejemplo

2. Narrador testigo: el narrador cuenta la historia desde su punto de vista, aunque no la protagonice. Arthur Conan Doyle ponía como narrador al doctor Watson. Por ejemplo, en El carbunclo azul comienza así: “Dos días después de la Navidad, pasé a visitar a mi amigo Sherlock Holmes con la intención de transmitirle las felicitaciones propias de la época. Lo encontré…”

b) En segunda persona: esta es quizá la forma más complicada de narrar. En este caso, el narrador (que puede ser tanto homodiegético como heterodiegético) se interpela a sí mismo, a otro personaje o al propio lector. “Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más”. Así empieza Aura, de Carlos Fuentes Otro ejemplo muy interesante es El amor propio de Juanito Osuna, de Miguel Delibes

c) En tercera persona: Se trata de un narrador ajeno a los hechos que cuenta (es, por lo tanto, necesariamente heterodiegético). No tiene una forma física; no es un personaje.
La novela decimonónica se caracteriza puntualmente por este tipo de narración, pero aún hoy es la más extendida. La tercera persona supone, además, una cierta imparcialidad y una objetividad que da verosimilitud, aun en casos como el que planteó Franz Kafka en La metamorfosis: “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.”[5] No hay duda allí: si el narrador lo dijo, ocurrió.

Otro modo de taxonomizar los tipos de narradores es pensar en la cantidad de información de que dispone. Si bien suele haber correlaciones entra la persona que cuente los hechos, su presencia o no dentro de la historia y la cantidad de información que maneja quien narra, esta relación no es siempre ni necesariamente unívoca. Por eso, este es uno más de los factores a los que hay que atender cuando se escribe o se lee una narración ficcional. Veamos cómo puede establecerse tal clasificación, que toma como parámetro al protagonista de los hechos:

a) Narrador omnisciente. Este narrador también es llamado omnipresente, ya que todo lo sabe, todo lo ve, todo lo conoce; por eso se lo compara con la mirada divina. Esta voz cuenta la historia con total amplitud, ya que la conoce desde todos los aspectos: personajes, trama, escenarios. El narrador omnisciente es absolutamente verosímil, porque dispone de toda la información posible.
Generalmente, el narrador omnisciente se construye en tercera persona del singular, y es heterodiegético. Esto quiere decir que está fuera de los hechos que se narran: no participa de la historia que cuesta, sino que es más bien una especie de ojo externo que todo lo ve y todo lo sabe. Por eso, el narrador omnisciente tiene la capacidad de contar qué están pensando o sintiendo los personajes, por ejemplo, en distintas situaciones.
Para ilustrar este primer tipo de narrador, tomaremos el ejemplo de ”Caperucita Roja”, la obra de Charles Perrault, ya que los cuentos clásicos son los que más fuertemente explotan este recurso. En efecto, el relato se abre con el siguiente párrafo, que nos sitúa de lleno en el estilo narrativo del autor:

“Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.”

Datos como que Caperucita Roja es la niña “más bonita que jamás se hubiera visto”, o que “su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía” solo son accesibles para un narrador omnisciente, ya que está autorizado a hablar sobre lo que sienten o piensan los personajes –en este caso, la madre y la abuela de la protagonista–, tanto como para ponderar un hecho a lo largo de tiempo (el hecho de que Caperucita sea la más linda que jamás se hubiera visto). Este recurso sirve en el cuento para crear verosimilitud, ya que nadie dudaría de la palabra de un narrador tan informado; además de que es un excelente recurso para explicitar al lector una serie de datos que pueden resultar relevantes para la comprensión de la historia, tal como sucede más adelante: “Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca.”

b) Narrador equisciente. Este narrador tiene una mirada parcial de la historia. En general, para construir este tipo de narradores se suele focalizar en el punto de vista de uno de los personajes, quien va narrando los hechos a medida que suceden. Por eso, el narrador equisciente no puede predecir lo que pasará (a lo sumo, puede hacerlo en términos de una especulación incierta) ni puede reponer hechos del pasado que no tengan que ver directamente con él o con lo que le dicen otros personajes. Su tiempo por excelencia es el presente.
Por ejemplo, “Macario”, cuento de Juan Rulfo, está narrado desde el punto de vista del personaje que le da nombre a la historia, su protagonista, quien va contando los hechos según lo que conoce o recuerda. Otra característica del narrador equisciente es que puede conocer los pensamientos del protagonista, pero no del resto de los personajes y que puede reparar en algunas cosas que se le escapan al protagonista.

c) Narrador deficiente: por supuesto, tal como adelanta su nombre, este narrador conoce acerca de la historia menos que el protagonista. En este caso, quien narra los hechos registra sólo lo que puede ser visto y oído, sin penetrar en la mente de ninguno de los personajes. También se lo denomina “narrador objetivo” porque no incluye ninguna subjetividad (propia ni de ningún personaje). Este tipo de voz narrativa conoce un poco menos de la historia que el narrador equisciente: cuenta lo que vio, lo que escuchó; solo una parte de la historia, la que tiene desde su propia perspectiva. En este caso, el narrador sabe del personaje menos que el propio personaje y, en ocasiones, incluso menos que el lector.Es un recurso muy útil –lo mismo que el del narrador equisciente– en cuentos o novelas policiales, en las cuales el narrador suele conocer una parte de la historia, pero nunca la totalidad, y es precisamente ese hecho el que crea el suspenso: a veces el narrador sabe más que el lector, pero en otros momentos sabe menos. El secreto del policial es que el lector va construyendo el universo a medida que avanza en él.

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